La bruja, ese personaje místico, que posee tantas caras y atribuciones como extenso es su halo mágico. Bajo el nombre de bruja se esconden tantas imágenes y tópicos como arraigada está su figura en nuestra cultura. La mitificación de este personaje nos acompaña desde la infancia, apareciendo en los cuentos infantiles, en las historias que contamos a nuestros hijos y en el imaginario que acompaña a los más pequeños a través de dibujos y juegos. Conforme madura nuestro pensamiento, la percepción que tenemos de la magia se transforma, a la vez que lo hacemos nosotros, y no la contemplamos del mismo modo. Algunos mostraremos fascinación por su legado durante toda nuestra vida, otros no se dejarán hechizar del mismo modo.
Cada cultura entiende la figura de la bruja o el hechicero de una forma, con rasgos propios y características únicas, pero a su vez, todas mantienen un prototipo base: la bruja es un ser entre lo humano y lo divino, su apariencia puede seducirnos u horrorizarnos, su poder emana de su propio cuerpo pero también puede hacer uso de algún instrumento, ya sea un bastón o una varita, suele vestir ataviada de negro y tener algún compañero animal como gatos, búhos, cuervos o lechuzas.

¿Cómo se entiende a la bruja en Navarra y País Vasco?
Bajo el nombre de sorgin se nos representa, casi siempre en la tradición folclórica, a una mujer que por su aspecto nos atemoriza y provoca rechazo: fea, de vestimenta andrajosa y que en su conjunto muestra que se trata de un ser malvado. En las manifestaciones más arcaicas de esa sorgin, existía una mezcla, una simbiosis entre ser imaginario y ser humano, pero el paso del tiempo y la penetración del cristianismo en estas regiones, mutó a la sorgin en una mujer de carne y hueso que, por lo general, no era otra cosa que una herbolaria, curandera o, simplemente, conocedora de los remedios que ofrece la naturaleza para aliviar los males humanos. La desvirtuación de esos conocimientos, las falsas creencias que se generaron en torno a estos supuestos poderes curativos, los conflictos vecinales que derivaron en acusaciones, el fanatismo religioso llevado al extremo y, en definitiva, la deformación de la imagen real de la sorgin derivaron en los procesos inquisitoriales y en la caza de brujas.

¿Cómo distinguir a una bruja?
Las historias que nos conserva la tradición entorno a las brujas nos dicen cosas como, por ejemplo, que una bruja no podía abandonar la iglesia mientras estuviese el misa abierto, que si al sonar la campana del alba permanecía una persona inmóvil contra su voluntad entonces era bruja/o, igual que si era capaz de alcanzarse la muñeca con el dedo pulgar de la misma mano o si no tenía lunares, o si tenía muchos, o cualquier pequeña señal o marca sujeta a libre interpretación…
Leyendas de brujas de la Euskal Herria fantástica se estructura en siete bloques, que corresponden a distintas zonas geográficas: Álava, Baja Navarra, Bizkaia, Gipuzkoa, Lapurdi, Navarra y Zuberoa; y dentro de cada capítulo se narran diferentes leyendas mitológicas e historias cortas pertenecientes al folklore de cada zona o localidad. Es una obra de pequeña extensión, una lectura ligera muy curiosa que nos acerca los mitos de brujas que se han narrado durante siglos en estas tierras y que nos permite dibujar nuestra propia representación de la bruja y sus prácticas mágicas a través de estas narraciones. No hay herramienta más poderosa que la imaginación.
En Euskal Herria a la bruja se la denomina sorgin (…) originariamente, no era una bruja humana (…) sino un numen del folklore popular, una criatura imaginaria (…) algo así como un hada maligna.
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Cuando alguien se imagina a la bruja vasca como a una persona de la especie humana está en lo cierto. Cuando alguien se imagina a la bruja vasca como a un personaje del folkore, como a un genio de su mitología, está en lo cierto también. Y es que sorgin «la hacedora de suertes», ha llegado hasta nuestros días como un perfecto cruce entre ambas posibilidades. Porque la sorgiña que se convierte en gato negro, vuela por las alturas o provoca tempestades, es una criatura de la imaginación, algo puramente folkrócico. Pero la bruja que un día fue quemada, acusada de realizar las funciones atribuidas a los genios, por supuesto, era auténticamente humana.
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